Tomamos asiento en un aula encantadoramente diseñada que te hace sentir parte de una superproducción Disney. Nuestra teacher, además de ser una gran artista, es también una estupenda presentadora que nos hace reír con sus bromas e ingeniosos comentarios. Antes de ir al grano, relaja a los aprendices (desde niños a abuelos) explicando que la creatividad es algo cotidiano que en realidad todos llevamos dentro. ¡Vaya! ¿De qué me sonará esto? ¿Lo habré leído en algún libro?
Obedientes, seguimos sus indicaciones y aplicamos sus trucos de profesional, (“no hagan los círculos girando la muñeca, usen el codo”). Sin darnos cuenta, en cuestión de diez minutos, nos sorprendemos a nosotros mismos con un dibujo bastante digno de Nick Wilde. Así le quedó a mi chaval, que con once años disfrutó de la sesión como el que más:
Por su puesto, el experimento nos encanta. Para mí ha sido una prueba más de que los grandes mantras de la “filosofía dibujaría” se aplican en el mundo real. En otras palabras, me llena de satisfacción saber que en Disneyland California también creen que “si sabes escribir sabes dibujar”, y que “la creatividad es una cosa de andar por casa”. No son leyendas.
Lo que no está claro si es una leyenda o no, es que Walt Disney se construyó un pequeño apartamento sobre la estación de bomberos. Los domingos se levantaba temprano para disfrutar de su grandioso parque de juegos antes de la llegada del tumulto. En mi imaginación, la siguiente escena es verosímil: Walter Elías Disney conduce el viejo tranvía de Mean Street rumbo a Fantasyland. Sus hijas disfrutan de las vistas con la cabeza fuera de las ventanillas. En el horizonte, los primeros rayos de sol subrayan con su luz las torres del icónico castillo de la Bella Durmiente...
Tenías razón Walt: “the happiest place on earth” era posible.